Últimamente no dejo de oír hablar del poder mágico de los 21 días. Dicen que está científicamente demostrado que ese es exactamente el número de días necesario para (des)habituarse de un mal hábito y adquirir otros más saludables. Así que, como no tengo nada que perder, voy a servir de conejillo de indias al mundo científico y me voy a aplicar el cuento a ver si de una vez por todas corrigo el tiro errado de Cupido.
Días del 1 al 7. Prohibido reproducir las canciones de mi playlist que inviten a soñar despierta. Nivel de dificultad: alto (no puedo vivir sin música). Duración: sostenida durante los veintiún días. Finalidad: desvincularte de mis canciones.
Días del 8 al 14. A lo anterior hay que añadir la prohibición de pensar en ti más de una vez al día. La reducción será progresiva. Se tratará de no sobrepasar los noventa y nueve pensamientos diarios los primeros días para terminar en un número inferior a uno. Nivel de dificultad: medio (no me resultará demasiado complicado mantenerme distraída en otros asuntos). Duración: sostenida durante el tiempo restante. Finalidad: sacarte de mi cabeza.
Días del 15 al 21. A las que preceden se le suma la de dejar de sentir. Nivel de dificultad: muy alto. Duración: hasta el infinito y más allá. Finalidad: sacarte de mi corazón.