Le dieron la orden de disparar. En las décimas de segundo que se tarda en apretar el gatillo, toda una retahíla de preguntas (sin respuesta) pasaron por su cabeza a la velocidad de la luz. En ese efímero instante (que los romanos llamaban discrimen) debía tomar una decisión que cambiaría para siempre su vida y la del entorno de aquel joven que a duras penas se tenía en pie delante de él. Por primera vez se cuestionaba qué sentido tenía aquel dislate. Por primera vez dudaba de la lealtad a unos colores estampados en un trozo de tela, a unos acordes bien acordados y a un pedazo de suelo; y lo ridículo que era todo aquello.
Él era solo un niño. Un niño muerto de miedo. Un niño triste por tener que partir cuando comenzaba a vivir y que no entendía lo que estaba a punto de suceder ni mucho menos el por qué. A pocos metros delante de él, otro joven, quizás solo unos años mayor que él, sostenía con pulso trémulo, el hilo del que pendía su vida.
Y en el preciso momento en que sus miradas se cruzaron, el primero apretó el gatillo y un disparó, al aire, reescribió su destino. Ahora los dos estaban muertos.
Septiembre 2019
Muy bueno. Incluso algún día podrías llegar a mi excelso nivel xD Un abrazote de oso.
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Jajaja… Algún día 😂😂🐻
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Great post 🥂
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A lot of thanks 😊😉
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Te felicito por el escrito. Terrible pero narrado con una sobriedad que solo aparentemente le quita dramatismo. Saludo
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Muchas gracias Ana. Sí, solo lo enmascara😉
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¡De impacto! que fuerte.
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Muchas gracias 😘😘
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La frase del inicio y la del final son magistrales. «Al aire» es aplicable a la Colombia de los últimos 60 años.
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Creo que es aplicable al pasado y al presente. Pero esperemos que no al futuro 😉
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Cuando estuve en Budapest vi unas esculturas de unos zapatos al borde del río. Estos zapatos recuerdan las matanzas por fusilamiento de los nazis sobre los judíos. Los disparaban y los tiraban al río. Muchas víctimas se quitaban los zapatos y los dejaban en el borde del río para que supieran sus familiares su suerte… Estas matanzas produjeron un sentimiento de culpa tal en sus autores que muchos desertaron y decidieron no luchar más. Los psicólogos nazis llamaron a ese sentimiento síndrome de Budapest. Desde entonces buscaron para sus matanzas métodos menos personales. Crearon los campos de exterminio. He tenido la ocasión de poder visitar dos. Son horribles… pero creo que todo el mundo debería visitar alguno para nunca olvidar ese horror. Y nunca volver a repetirlo.
Un abrazo
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Un sentimiento de culpa a toro pasado…
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Cada día te superas!!
Enhorabuena!🌹
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Jajaja, gracias 😊😘
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¡Me encantó!
Nada más irónico y triste que la guerra y la ejecución.
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Ni más estúpido e inútil!! 😊
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Definitivamente.
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Un relato magnífico, como todo lo que escribes.
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Muchiiisimas gracias 😘
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