
Era una de esas noches de invierno en una de las tantas islas del Mediterráneo, en la cual me encontraba en una conferencia por motivos de trabajo. Pensé, es una noche perfecta para conocer el corazón de la ciudad y sus isleños y me aventuré por sus calles empedradas. Al cabo de unos minutos me topé con un café donde se escuchaba un alegre parlotear, una música leve en el fondo y la melódica voz de la cantante del trío.
Entré atraído por su ambiente. Pedí una bebida local caliente y unos bocadillos. Escuchaba extasiado a la cantante, que además de su melodiosa voz, era un encanto de mujer. Terminó de tocar el conjunto y cual autómata hechizado me acerqué a ella y la invité a una bebida sin esperar nada. Para sorpresa mía ella aceptó. No sabría decir si fue por ser un turista o porque más nadie lo hizo.
El tiempo transcurrió sin darnos cuenta y al cabo de unas horas estábamos en su habitación. Fue una velada inolvidable. Y como dijera el gran bardo granadino, Federico García Lorca:
“Esa noche recorrí/ el mejor de los caminos
montado en potro de nácar/ sin bridas y sin estribos.”
Pero el maldito reloj con su tortuoso martillar, me hizo ver que era hora de partir a mi reunión, a esa aburrida conferencia. Me despedí con un beso y con la promesa de volver a verla en la noche en el café. Ella no dijo nada. Unas lágrimas rodaron por sus mejillas.
El día se me hizo eterno esperando el momento de encontrarme nuevamente con ella. Al llegar encontré el café cerrado. Sentí un escalofrío en mi cuerpo. Pregunté a los pocos transeúntes que pasaban si sabían el por qué estaba cerrado. La respuesta fue aún más escalofriante: la noche anterior había sido su última noche. Cerró sus puertas. Daba paso a un nuevo dueño que lo demolería y construiría un gran edificio moderno.
Seguí con mi interrogatorio. Y ¿qué fue del trío, su cantante? Me informaron que ellos eran de América y habían terminado sus actuaciones y marcharon de vuelta a su país. Yo soy de América les dije. Saben de dónde eran? No, respondieron.
Con el mundo derrumbado retorné a mi país. Intenté buscarla sin éxito. Con el pasar del tiempo perdí las esperanzas y continué mi vida, pero siempre con la ilusión de volver a encontrarla.
Una mañana caminando por la playa se me acercó una hermosa mujer y me dijo, HOLA, te debo una explicación.
Yo, que como siempre andaba distraído pensando en otra cosa, no la escuché y pasé de largo. Pero en cuanto llevaba unos pasos recorridos sentí su mirada clavándose en mi espalda y tirando de mí.
Me giré casi por inercia. Y allí estaba ella, de pie mirándome con una mezcla de culpa y miedo. Era ella. Era real. Ya empezaba a pensar que había sido solo un sueño. Estaba preciosa, más bonita, si cabe, que la última vez que la vi. Corrí hacia ella, como corre un niño al encontrar un tesoro extraviado que ha vuelto a encontrar, y la abracé tan, tan fuerte que puede sentir sus espinas hundiéndose en mis costillas.
Después de charlar durante horas a la orillita del mar, sentados sobre la arena y con las olas besándonos los pies, le pedí que cantara para mí. Ella, aún desconocía su nombre, se levantó liviana y se deshizo del vestido blanco que ondeaba, lascivo, sobre su piel y se zambulló en el mar y empezó a entonar lo que me pareció la más bella melodía que había escuchado jamás. Yo, bajo el embrujo sus cantos de sirena, fui tras ella.
Tony Mola (https://wordpress.com/read/blogs/164656091/posts/212) ft. by mabm
Reblogueó esto en El Noticiero de Alvarez Galloso.
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Muchas gracias!!
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Apenas vislumbro hilillos….Me gusta. Saludos.
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Está chula, la verdad!!
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¡Me encantó!
Gracias por compartirlo.
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Muchas gracias Carlos!!
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Muy bonita historia. Gracias por compartir.
Un abrazo.
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Gracias a ti por dedicarte tu tiempo :))
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What a beautiful story. I hope you are well. Take care.
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A lot of thanks. It’s all right. What about you??
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Me parece una bonita historia, felicidades a los dos.
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Entonces Yvonne, Esperanto los próximos. Estamos ahora escribiendo Un amor en los tiempos del corona virus…
Tony Mola
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Ojalá escribáis a como lo vencimos, está por todas partes Antonio.
Tengo mucho miedo, lo tengo muy cerca de mi.
Cuídate mucho.
Un abrazo.
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Sii, estoy tardando, pero lo bueno se hace esperar
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Muchas gracias, me alegro que te guste :))
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Es in mostro de mil cabezas que se combated con obediencia sanitaria. Quedándonos en casa y lavandonos las manos con agua y jabón.
El enfoque del cuento es un armor que nace en cuarentena.
Besos
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¡Por dios! que historia tan preciosa , mabm. Me ha hecho abrir el deseo de escribir otra vez. Esta pandemia me/nos va a servir mucho, si somos capaces de mirar y escuchar todo lo que teníamos apagado en la vida diaria, corriendo, corriendo…¿hacia donde?.
Espero estés bien y tu chiquitín no esté muy desesperado por no poder salir a correr. Un abrazo de oso, virtual
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