En la arena de nuestra playa, donde tantas veces contemplamos al mar engullirse al sol, él erige castillos de arena.
El viento aúlla, despiadado, despeinando su cabello y el feroz oleaje brama una canción de despedida.
Pero cuando al fin se enciende la noche, la luna traza un caminito para él sobre el mar, que sigue con su pesada losa a la espalda. Desde la otra orilla una sirena varada observa como se adentra en sus aguas.
Olvidaremos todas nuestras canciones, aquellas que cantábamos acompañados por el rumor de las olas. Y no quedará nada en este lugar más que la arena de nuestra playa y, sobre ella, nuestras huellas que el mar y (el tiempo) borrarán.
Las olas pueden borrar las huellas en la arena, peto el tiempo conservara esas huellas en algún rincón del corazón. No importa si se alejaban esas huellas.
Tony Mola
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El corazón lo conserva todo, lo bueno y lo mano 😉
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